Hace casi un año, desde la AEPECT (Asociación Española por la Enseñanza de las Ciencias de la Tierra) invitaron a todas las
organizaciones científicas relacionadas con la geología y su enseñanza a
constituir una comisión que analizase la situación de las ciencias de la Tierra
en la educación secundaria (obligatoria y postobligatoria). El análisis debía
incluir los currículos que se enseñan pero también cuándo y cómo se hace.
La respuesta a su invitación fue un éxito. ¡Todas aceptaron encantadas! De
manera que se constituyó la comisión “Qué geología enseñar”. En esta comisión
participan desde la Conferencia de Decanos de Geología, hasta la Sociedad
Geológica de España, pasando por el Instituto Geológico y Minero… Incluso se
sumaron algunas organizaciones no estrictamente geológicas, como la
Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) o la Real Sociedad de
Historia Natural.
A pesar de las dificultades inherentes al funcionamiento de un grupo tan
extenso y variado, los trabajos de esta comisión avanzan con paso firme. Así,
tienen casi acabada la propuesta sobre las ideas clave que deberían trabajarse
en la secundaria obligatoria, y acabamos de consensuar el Manifiesto “Por una
alfabetización científica” para presentarlo a la opinión pública, al ministerio
de educación y a los grupos parlamentarios.
Te pedimos que leas el manifiesto y,
si estás de acuerdo, lo firmes.
POR UNA ALFABETIZACIÓN CIENTÍFICA
“El conocimiento científico está llamado a desempeñar un papel cada vez más
importante en el debate público, en la toma de decisiones y en la legislación”.
Quien hace esta afirmación no es una organización científica sino el Consejo de
Educación de la Unión Europea, que pretende llamar la atención a las
administraciones educativas sobre la necesidad de mejorar sustancialmente la
formación científica en la enseñanza obligatoria por su repercusión en la
alfabetización científica de los ciudadanos.
Desafortunadamente, el sistema educativo español desoye una y otra vez esta
recomendación de la UE. En efecto, desde la aprobación de la Constitución se
han elaborado tres leyes orgánicas para regular la educación, la LOGSE (1990),
la LOCE (2002) y la LOE (2006) y todas ellas, más allá de sus aciertos y
desaciertos, han tenido en común la escasa atención dedicada a la formación
científica de los estudiantes. Para evidenciarlo, quizá baste señalar que de
las 32-34 horas semanales de formación común que la LOE asigna a los
bachilleres actuales solo 2 son de contenido científico; las anteriores leyes
orgánicas consideraron que la ciencia no se merecía ni una sola hora de la
formación común en el bachillerato, circunstancia que agrava el déficit que en
este terreno arrastran los escolares desde la enseñanza obligatoria.
Puede que los responsables de la administración educativa y los legisladores no
necesiten que se les recuerde las aportaciones que la ciencia y la tecnología
hacen a nuestra salud o al desarrollo social y económico, pero en materia
educativa han actuado como si ignorasen la capacidad formativa del conocimiento
científico y la importancia que tiene para el desarrollo personal y social de
cualquier estudiante así como para su futuro laboral, sea cual fuere el camino
que decida elegir.
Una formación científica de calidad en la educación secundaria, obligatoria y
postobligatoria, resulta
esencial por:
- Su relevancia social. En la sociedad del siglo XXI es cada día más
notoria la presencia de cuestiones de base científica sobre las que los
ciudadanos debemos tener una opinión fundada.
Así, las fuentes de energía, los recursos naturales, la desertificación, el
agua, las catástrofes naturales, el clima global, etc. son cuestiones que a
todos nos afectan, en relación con las cuales se nos piden intervenciones o
nuevos comportamientos y todos debemos estar en condiciones de adoptar
decisiones informadas sobre ellas.
- Su trascendencia económica. El progreso económico y social de un país está
estrechamente relacionado con su inversión en ciencia. La ciencia y la
tecnología son componentes esenciales del desarrollo. El potencial de creación
de riqueza se sustenta en buena parte en una actitud emprendedora, en la
capacidad de innovación y en la investigación científica.
- Su papel de estímulo de vocaciones científicas. Si la sociedad del conocimiento necesita
científicos, médicos, ingenieros, arquitectos, etc. obviamente necesita estudiantes
que quieran llegar a serlo y eso solo ocurrirá si hay suficientes escolares que
se sienten atraídos por las ciencias. La gravedad de la situación en la
educación secundaria de nuestro país y de la UE ha sido denunciada en diversos
análisis, como el Informe Rocard (estudio presentado a la UE por el exprimer
ministro francés y un grupo de expertos) cuya primera conclusión señala:
“Puesto que está en juego el futuro de Europa, los encargados de tomar
decisiones deben exigir la mejora de la enseñanza de la ciencia a los
organismos responsables de aplicar cambios a nivel local, regional, nacional y
europeo.”
- Su capacidad formativa. El papel de las ciencias en la educación
secundaria va mucho más allá de su necesidad para aquellos escolares que
seguirán estudios universitarios relacionados con esta área del conocimiento.
La ciencia está integrada por un conjunto estructurado de conceptos, leyes y
teorías que ayudan a entender el mundo y los fenómenos que en él ocurren, pero
también por los procedimientos que se utilizan para generar, validar y
modificar esos conceptos, leyes y teorías. Estos procedimientos tienen una
aplicación que no se limita a la práctica científica. Así, observar, analizar
una situación, formular preguntas pertinentes, hacer conjeturas, ver la manera
de contrastarlas, valorar si determinadas evidencias apoyan o no una
conclusión… son parte esencial de la metodología científica y, además, resultan
muy útiles en los más variados ámbitos del trabajo e imprescindibles para todas
las actividades profesionales o empresariales que requieren una capacidad
emprendedora. Todo ello hace de las ciencias una materia instrumental.
El sistema educativo español
ha olvidado este carácter instrumental de las ciencias, reconociéndolas solo
como portadoras de un conocimiento fáctico moderadamente relevante. ¿Se ha
preguntado la administración por qué el Programme for International Student
Assessment (PISA), sin duda el programa de evaluación internacional más
importante de cuantos se hacen sobre la educación secundaria, centra sus
análisis en lengua, matemáticas y ciencias?
Pero si el sistema educativo trata mal a las ciencias en general, a la geología
casi la ignora, desaprovechando su extraordinario potencial formativo y
científico derivado de los conocimientos que
promueve y de su capacidad explicativa y predictiva, olvidando su importancia
social. Por ejemplo, cada año las catástrofes naturales generan decenas de
miles de víctimas mortales y daños por valor de miles de millones de euros, y
solo una ciudadanía informada estará en condiciones de entender los procesos
que las desencadenan y actuar en consecuencia. También se minusvalora la
potencialidad económica de los conocimientos geológicos. Para evidenciarla
basta con señalar que la mayor parte de los materiales y fuentes de energía
tienen que ver con la geología. Utilizamos por doquier rocas y minerales más o
menos transformados, de manera que conocer los recursos minerales, su ubicación
y disponibilidad, valorar las reservas de combustibles fósiles y las
posibilidades de uso de las energías renovables, o entender la dinámica de las
aguas subterráneas y su tasa de renovación, proporciona principios económicos
sólidos y resulta imprescindible para diseñar un desarrollo sostenible.
En definitiva, si la importancia que un sistema educativo otorga a unos
conocimientos se mide, en última instancia, por el número de horas que le
asigna, habremos de concluir que el actualmente vigente valora muy poco la
geología y la ciencia en general, sus aportaciones a la sociedad, a la
formación de los ciudadanos o sus contribuciones a la economía y al futuro del
país.
Para subsanar estos errores y diseñar un futuro más esperanzador proponemos a
los legisladores y a las administraciones educativas la adopción de las
siguientes medidas:
- Mejorar el tratamiento de las ciencias en la ESO con una propuesta curricular
sólida y actualizada que proporcione una alfabetización científica y que tenga
un peso horario notablemente mayor que en la actualidad.
- Incrementar el exiguo porcentaje de horas de la formación común del
bachillerato que se dedica al conocimiento científico.
- Recuperar la Geología como materia de modalidad en el bachillerato de
ciencias. Como las demás disciplinas científicas clásicas, la Geología ha sido
habitualmente una asignatura del bachillerato de ciencias. Su relevancia
científica, social y económica aconseja que vuelva a serlo.
- Disponer que la materia Biología y Geología del bachillerato de ciencias sea
obligatoria para los estudiantes de esta modalidad del bachillerato (en este
momento un estudiante puede acabar el bachillerato de ciencias sin haber
cursado ni una sola vez Biología y Geología en todo el bachillerato).
Las organizaciones científicas y educativas abajo firmantes esperan que los
cambios educativos que se están gestando adopten estas medidas correctoras, y
se ofrecen a colaborar con las administraciones educativas en la elaboración de
los currículos y programas que contribuyan a la mejora de la formación
científica del alumnado.